Unos kilitos de más que se convirtieron en energía pura. La bici ayudó en este cambio de vida

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Con una estatura de 1.73 centímetros, registrar un peso de más 110 kilos ya es preocupante. Este era el caso de Víctor Harol Correcha, un joven de 24 años, de profesión  Ingeniero Industrial quien veía pasar su vida en medio de los excesos, exceso de trabajo, de alcohol y en especial de comida, todo esto sumado a otro perverso ingrediente, el sedentarismo.

El estado de salud de su padre lo puso en alerta cuando por una falla renal los médicos ordenaron la temida diálisis, un tratamiento que consiste en eliminar artificialmente las sustancias nocivas o toxicas de la sangre, función que naturalmente deben hacer los riñones. Y como estos ya estaban fallando, llegó la necesidad de un trasplante.

El deseo de poderle donar uno de sus dos riñones a su padre, lo llevo a someterse a varios chequeos médicos, su padre no aceptó la propuesta, pero quedó en evidencia su obesidad mórbida y los graves riesgos que esto conlleva, en especial, a su temprana edad.

Viendo el espejo de su padre, con el temor que le generó enterarse de lo que sus excesos habían logrado en su cuerpo, decidió hacer un pare. Su primer pensamiento: echarle mano a su bicicleta todoterreno empolvada desde hace años en el patio de su casa.

Fue a través de una compañera de trabajo que conoció el grupo “Bicinavegantes”, reconocido por sus rodadas de miércoles en la noche por diferentes partes de la capital del Meta.

La bici fue el primer paso en el cambio de 180 grados del estilo de vida de Víctor Harol Correcha, VHC, como ahora es identificado. De rodar solo los miércoles, paso a salir los domingos, ya su vieja y maltrecha bici no aguantaba el nivel y se hizo a su primera todoterreno aguantadora de los trotes duros.

Sin mucho nivel aún, empezó a contagiarlo el espíritu competitivo. Lo dejó fluir. A cuanta competencia se anunciaba, él llegaba. Ahí estaba, exigiéndose cada vez más, la competencia era interna, consigo mismo. Se dio cuenta que no bastaba con darle duro a la bici, para seguir mejorando, había que cambiar la alimentación, bajarle a la rumba y al trago, así lo hizo y el “gordito” de la cola, ahora con menos kilos ya se subía al podio a recibir medalla.

VHC en ese momento supo que cambiar los hábitos para llevar una mejor vida, valía la pena. Se llenó de más motivos, combinó el ciclismo con el  running, siempre con su deseo de superarse a si mismo en cada competencia. Posteriormente se subió a la bicicleta de ruta, una sensación totalmente diferente a la de montaña, asegura Víctor Harold.

Más allá de la fuerza de voluntad, el momento más interesante de la historia es cuando este joven llanero, ahora con 32 años, decide enfrentarse a algo para lo que muy pocos están preparados, una de  las competencias de triatlón más importantes del mundo, Ironman 70.3.

En esta competencia, que se hace en varios países del mundo y que en Colombia se realizó por cuarto año en Cartagena, se recorren 70.3 millas que corresponden a 1.900 metros de nado, 90 kilómetros en bicicleta y 21 kilómetros trotando (media maratón), un reto mayor para el que VHC se mentalizó, se preparó con ayuda profesional y sacando tiempo,  de donde a veces no había,  ya que su trabajo requiere mucha dedicación y en diferentes horarios del día o la noche, fue cumpliendo su reto.

Trabajo duro, alimentación adecuada y sobre todo ganas y fortaleza mental, a veces mas necesaria que la física, como la filosofía que mantiene vivo el espíritu de este joven: “La mente es el límite”, hicieron parte de la preparación del joven deportista por varios meses.

Según los registros oficiales del Ironman 70.3 Colombia, Víctor llegó en el puesto 1.393 entre 1.859 que terminaron,  con un tiempo de seis horas 38 minutos. Empezó a las 06:59 a.m y cruzó la meta a la 01:38p.m.

Más de 200 atletas se retiraron antes de concluir la competencia.

El fin de semana pasado Víctor, quien ahora trabaja en Bogotá, llegó a Villavicencio para un evento al que nunca falta, el Ciclodesafío que se hace cada año en el marco del festival Llanero de Villavicencio.

Al padre de VHC le hicieron su trasplante de riñón el 14 de diciembre del año 2013, evolucionó bien y ahora, como su hijo, lleva un estilo de vida saludable. Es su compañía  en cuanta locura se le ocurre emprender.