No hay que ir a los Pirineos franceses, aquí tenemos nuestro Tourmalet

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Crónicas Bicileteras de Andrea Orrego

Son las nueve de la mañana y el sol está en todo su esplendor. Entre mulas, carros y motos  vamos rumbo a Restrepo, pues desde ahí se toma el camino que nos lleva a Tourmalet, una ruta hermosa, llena de verde y aire puro, donde podemos oir durante todo el trayecto como el agua corre a nuestro costado camuflada por los árboles y  la vegetación. Es una subida un poco exigente, tiene cierto grado de dificultad, pero vale la pena vivir la experiencia, como ciclista se practica un buen entrenamiento, como espectador la montaña nos da los mejores paisajes.

Tourmalet como la llaman  la mayoría de los ciclistas, se encuentra ubicada en Restrepo, más exactamente detrás del Mirador Llanero. El sector se llama Vereda Marayal o Altos del Caney,  es una vuelta de aproximadamente nueve kilómetros, casi seis de subida con algunos descansos una altimetría entre 648 y 890 metros sobre el nivel del mar,  el resto un descenso que se hace en cuestión de cinco o seis minutos a 55 kilómetros por hora  si eres un ciclista experimentado y además osado. A mí personalmente me gusta bajar despacio disfrutando del paisaje.

Empezar a subir la montaña no es fácil, en algunas partes se siente como si estuviéramos trepando una pared, pero sabemos que llegar al rio valdrá la pena, es la recompensa al sacrifico. Durante casi todo el recorrido los arboles nos cuidan del sol, se oye el canto de los pájaros y uno que otro mugido de las vacas, vemos bajar y subir los campesinos que tienen fincas por la zona, nos saludan con familiaridad pues es una ruta muy transitada por ciclistas.

Los primeros dos kilómetros nos dan una panorámica maravillosa, un cielo despejado combinado con una gama de verde que parece que se unieran en el infinito, oir el agua correr es música para nuestros oídos, somos unos afortunados de vivir en esta tierra, llena de colores, olores y sabores. A medida que subimos entramos más a la montaña, el clima cambia, es más fresco, el aire más puro, y los árboles aún más verdes.

Llevamos un poco más de cinco kilómetros y encontramos el rio, vemos correr el agua a toda velocidad entre las piedras grandes y un túnel de vegetación, el ambiente es único y el paisaje también. A eso subimos, a ver esta maravilla de la naturaleza, no podemos resistirnos y bajamos a refrescarnos después de la subida, el agua es helada, casi nos congelamos, pero nos recupera casi de inmediato para continuar con el recorrido y llegar al descenso. Nunca queremos irnos del rio, el lugar es mágico y el contacto con la naturaleza es indescriptible.

Subimos un kilómetro más, para encontrarnos con la bajada, a nuestra derecha aparece el Mirador Llanero, y ya se imaginaran la vista, el llano en todo su esplendor, hay que contemplarlo por unos minutos. Bajamos con cuidado unos más rápido que otros. Restrepo nos recibe, pasamos por su parque principal y el santuario, para ir camino a lanza llamas, es hora de desayunar un pan de arroz caliente con un envuelto de mazorca, parada casi obligada de los ciclistas que transitan con frecuencia por este sector.

Tomamos nuevamente la vía Restrepo – Villavicencio para volver al punto de partida, al terminar el recorrido sumamos 35 kilómetros, en dos horas 13 segundos, un buen entrenamiento y en la mejor compañía: amigos y bici.